lunes, 26 de julio de 2010

Venus, Marte y lo que hay entre ellos...

Venus
Cajas, cajas y más cajas. Cajitas de todos los tamaños y de todas las formas. Cajitas blancas y cajitas azules, cajas de cajas y cajas de cartón. Pero lo más importante no eran las cajas, sino lo que había dentro de ellas.
Todo había empezado cuando era pequeña y desde ese momento no pudo parar. ¿Su locura? Coleccionar cosas, de todo tipo. Grandes, pequeñas; alegres y tristes.
Coleccionaba de todo. Coleccionaba sonrisas, amigos y hasta zapatillas de ballet. Tenía su propio conjunto de sombreros amarillos debajo de la cama y, sobre el techo, la Vía Láctea.
Entradas del cine, besos robados y envolturas de caramelos adornaban su cuarto y salpicaban las paredes, flotando sobre una inmensa nube de algodón y cachemir. Una sinfonía de dedales armonizaba el ambiente mientras que los rayos de sol se apilaban sobre la caja con lunares violetas de la esquina.
Su billetera estaba llena de viejos boletos de colectivo, cada uno adornados con pequeñas anotaciones que ella misma había hecho; monedas de todos lo colores y todos los países que en su mente había viajado: París, Roma, Londres y Mongolia...
Libros... ¡y que libros!, tantos que no cabían en su pequeño armario. "Uno por cada corazón roto" había dicho y así era. Desde su primer desamor cuando tenía cinco años que había comprado Caperucita Roja hasta el último beso de esa mañana. Y es que, quien colecciona tantas cosas, también colecciona lágrimas y sueños rotos, dos cosas que ella tenía de sobra.
También guardaba lo que encontraba perdido por la calle en una caja rotulada "Gente a Conocer" y esos eran sus tesoros, pequeños pedacitos de alma que a algún descuidado se le había caído y ella los protegía, se hacía cargo de ellos. ¿Por qué? "Porque si alguna vez perdiese una parte de mi, me gustaría que alguien considerado la cuidase"...


Marte
No sabía en donde tenía la cabeza. ¡En serio! Todo lo que tocaba, se perdía, desparecía. Amigos, novias... ¡hasta incluso sus mascotas! No podía comprarse nunca nada nuevo porque sabía que al día siguiente no iba a estar en donde lo había dejado.
Se les caían por la calle, algún mal viviente se lo robaba en la parada del colectivo o se lo prestaba a un amigo que nunca más volvería a ver. Hasta llegó a colocarles un dispositivo de rastreo... pero jamás encontró el aparato rastreador.
Así había sido desde chico y, desde entonces, había perdido tantas cosas que ya no tenía fe de volverlas a encontrar. Es que,"sus posesiones se alejaban de él", huían apenas veían su rostro.
No tenía nada, ni una historia ni un lugar en donde alguien lo esperara. Estaba él solo contra el mundo. Así había sido durante años y así iba a seguir siéndolo. Una vez que aceptas el hecho de que no eres capaz de mantener a tu lado aquello que amas, aceptas cualquier cosa que el destino te tenga aparejado. ¿Por qué? "Porque cuando ya no tienes nada que perder, empiezas a perderte a ti mismo"...



Tierra
Estaba caminando por la plaza, por esa pequeña biosfera de vida incrustada en el medio de tanta muerte. Le encantaba perderse entre los árboles, olvidarse del camino e improvisar un poco para ver hasta donde te lleva el destino.

Odiaba andar por la ciudad. Le espantaba la idea de tener que perderse en ese enorme laberinto de autos y asfalto. No soportaba los ruidos infernales que emanaban entre las alcantarillas a la hora pico ni toleraba tanta gente aglomerada en un mismo lugar. Por eso, cada vez que podía, por más que eso significase que tenía que tardar veinte minutos más, se tomaba un recreo de la ciudad e iba al parque.

Había pasado hora, hora y media dando vueltas como una hada. No le importaba lo que la gente pensara o dijera a sus espaldas. Nunca fue esa clase de persona y no pensaba cambiar ahora.
-"Chin chimenea, chin chimenea, chin chin cheroi, es tipo de suerte, el deshollinador. Chin chimenea, chin chimenea, chin chin cheroi, mi suerte tendrán si mi mano les doy. Si me besa esa chica, tendrá suerte hoy."

Se detuvo en seco en el medio del sendero mientras una voz se hacía eco entre las ramas y llegaba a sus oídos. Parecía provenir de entre los árboles y, dos segundos más tarde, cuando la dueña de tan peculiar melodía apareció entre ellos, no le quepo duda que debía de haber salido de un cuento para niños. Era una muchacha, no mucho más baja que su hermana pero si diez veces más extravagante que cantaba canciones infantiles mientras jugaba a las escondidas con las sombras del parque.

- "El que deshollina es al parecer, en este gran mundo, el mas misero ser, aunque un vago viva el deshollinador, no hay tipo que viva, mas feliz y mejor."

Fue danzando hasta donde estaba él sin abrir los ojos y, tan rápido que vino se fue siguiendo su camino. No tardó ni cuatro segundos en recordar que respirar es bueno para el organismo y que si no parpadeaba pronto, sus ojos iban a comenzar a llorar cuando, sin saber por que, dirigió su vista al suelo.

-"Chin chimenea, chin chimenea, chin chin cheroi, es tipo de suerte, el deshollinador. Chin chimenea, chin chimenea, chin chin cheroi, mi suerte tendrán si mi mano les doy..."
No se percató hasta que cruzó la calle. Algo se le había caído.

Lo agarró. Era un boleto de tren que tenía la fecha de hoy.
Lo había hecho un bollo para tirarlo al primer contenedor que encontrase cuando, algo extraño llamó su atención, algo que no debería estar en un boleto de tren.

¡Pero donde!

Una letra alargada y media rústica bailaba sola sobre ese pequeño papel.

"Síguete a ti mismo, sino te perderás."

Agarró nuevamente el boleto y, antes de darse cuenta, se lo había guardado en el bolsillo. Ni siquiera se paró cuando pasó junto a un tacho de basura, ni siquiera lo vio.

Se quedó parada unos segundos mirando las lejanas luces del Central Park antes de entrar a su casa con una traviesa sonrisa amagándose por momentos a aparecer en su rostro.

Caminó sin mirar atrás y, esta vez, sin seguir el sendero, abstraído de la realidad, de lo que hacía.

"Si me besa esa chica, tendrá suerte hoy."


Y es que las cosas que pasan entre Venus y Marte... nadie las sabe.

viernes, 23 de julio de 2010

Regalame un Sol

No siente las piernas hace, mínimo, cuatro calles atrás (¿o eran minutos?). La avenida de Champs-Élysées dejó de ser un desfiladero de autos para convertirse en esa ínfima línea que corta al horizonte en dos. No se detiene ni mira para atrás. Se choca con la gente y no pide disculpas (así de rebelde está), cruza las callas sin mirar a los costados (así de loca es). No puede, no quiere.
Ya no recuerda en que momento dejó de caminar, aunque se pregunta si alguna vez paró de correr. No quiere pensar, no quiere sentir, no quiere degustar la tristeza que juega en su boca y tener que decir a que sabe. Poco a poco sus pulmones se van cerrando, ahora son ellos los que se niegan a seguir, haciendo presión en el esternón. El aire no es suficiente, nunca lo fue y ahora se da cuenta.
Perdió la mitad de las posesiones que llevaba encima, las tiró por la calle cual preso se libera de sus grilletes... porque todo la ata a él, a ellos. Todo le recuerda que todavía están ahí.
Se siente pequeña, insignificante, inhumana. Mira al cielo, los pedantes edificios se hacen invisibles, camuflándose en la noche, mientras que pequeñas estrellas revolotean a su alrededor. Es lo único que brilla por ahí. No hay luz, no tiene Sol.
De pronto, escucha un silencio en el medio del abismo. Está ahí, la está alcanzando.
Corre y corre más. Corre hasta que no tiene sentido correr, pero sigue corriendo, sigue luchando. El frío de la nada congela sus ojos, y la obliga a llorar, la obliga a llorar aunque no quiere. La obliga a llorar porque no quiere.
¿Qué ha hecho con su vida? ¿Qué es su vida sino una cadena de mentiras enlazadas una con la otra? Un chiste, pero uno del que se siente orgullosa. Producto de su mente y creación de sus manos. Porque si este es el final, quiere que el mundo lo sepa, quiere que todos sepan, que aplaudan, que la ovacionen, que admiren su creación, un universo escondido entre sus dedos. Una vida que no vale la pena vivirla, pero es un honor contarla.
Se queda quieta, ¿cómo diantres llegó allí si hasta hace un par de segundos no existía?
Abre la puerta lentamente para no inquietar la tranquilidad de la casa. Pero no, hay alguien ahí esperándola con un mazo de cartas viejas y una taza de café que todavía huele a niñez. Es un niño, un muchacho que se había disfrazado de adulto para pasar la tarde. Debe tener cinco, seis años como mucho. Parece que no se dio cuenta que hay alguien más en la habitación que sus amiguitos invisibles. Trata de pasar desapercibida, camuflarse entre la imaginación del joven para que crea que es tan real como el peluche contra el que juega a la casita robada. Pero no llega a dar dos pasos cuando el niño le clava sus ojos, como si siempre hubiese estado ahí.
- "Hija, ¿te pasó algo?" le pregunta.
Sonríe. La vida es ironía en su estado más puro. Se acerca a él y le da un beso en la frente.
- "Cosas de gente aburrida pa. Cuando seas más grande, te lo cuento."

martes, 20 de julio de 2010

The importance of being

Son insoportables. Y eso todo el mundo lo sabe.
No saben quedarse callados aún cuando lo último que quieres es escuchar es su voz.
Te peleas con tus padres por su culpa todo el tiempo: que son mala influencia, que no les gusta como se visten o la manera en que dicen "cine" y, siempre es su culpa que la factura de teléfono pese más que su sueldo.

Nunca llegan temprano a ningún lugar o no saben llegar tarde.

Se saben absolutamente todos los detalles de la novela de las siete de la tarde pero son incapaces de acordarse que sos intolerante a la glucosa (siempre quise decirlo así).

Tienen la osadía de mentirte en la cara cuando les preguntas qué les pasa, pero se obstinan cuando vos sos el que les dice "Nada".

Quieren tan poco a otras personas que son capaces de no hablarles más si es que alguna de ellas te hizo llorar.

Son tan materialistas que se pasan todo el día de compras con tal de encontrarte el regalo perfecto, por más que ese sea una miniatura de algún mago con quien compartas una relación platónica hace más de diez años.
No tienen vergüenza ajena al disfrazarse como brujas para acompañarte al estreno de una película.
Ni hablar de los hombres, ¿a eso le llaman amor? Pueden estar locas por un chico pero, si a vos te gusta, son capaces de tragárse todo lo que sienten y ayudarte a conquistarlo.

Son unas inconcientes que no se preocupan por su salud. ¿A qué otra persona se le ocurre quedarse bajo el frío por media hora solamente para darte un hombro para llorar?

No saben en donde están paradas. Se toman colectivos que no vieron en su vida y hacen más combinaciones en subte que en un laberinto solamente para irte a ver al hospital.
Se atreven a hacerte fiestas sorpresas cuando estás deprimido haciéndote olvidar de qué significa no ser feliz.

Están más ciegas que Mr. Magoo. Para ellas siempre estás hermosa aunque no hayas salido de tu cama en días.
Y ni hablemos si tienen la desdicha (si, la desdicha) de compartir no solo el 99,99 % de tu ADN sino también el mismo techo. Ahí se vuelven brujas porque no importa lo malas que luzcan o los portazos que te den, ellas tienen el poder de hacer que no te sientas tan sola.
Son malas. No les importa agarrarte y ponerte en contra de un espejo para que te enfrentes con esas cosas que no queres ver, quedándose ahí paradas al lado tuyo hasta que no te quedaron más lágrimas para llorar.
¿Y lo peor de todo? No importa si se pelean, si el tiempo hace que tomen caminos separados y se distancien en la mitad del viaje o si se enamoran del chico que te gusta, ni contar si creen que estás loca, porque siempre van a estar a tu lado, encontrándose a un ring de distancia o al otro lado del charco.
Y créanme, no hay nada más odioso que saber que por más que las odies, no puedes vivir sin ellas.

lunes, 19 de julio de 2010

Shit happens

Hace exactamente 3 días, 15 horas y 22 minutos que ningún sonido sale de mi boca. Nada. Cero. Solo aire aspero y una voz que parece pertenecerle más a James Dean que a mi.
Si, se está cumpliendo mi peor pesadilla, el sueño de mi padre desde que el obstetra le dijo "Lo siento, es una niña": estoy sufriendo una metamorfósis a hombre.
Chau depilación, au revoir a no saber que ponerme a la mañana y a las intensas peleas con mis hermanas por sobre quien fue la última en usar el rimel, adeus a mi querido y adorado Andrés, el único hombre que estuvo siempre al pie del cañón y ni una vez lo escuché chistar por el condenado mundial.
Puede que suene rencorosa "Ah, claro, ella dice esto porque Argentina fue patéticamente eliminado del mundial en los cuartos." Pues, se equivocan. En mi humilde opiniónel futbol no es más que una vieja herramienta actualizada utilizada por el hombre para explotar su potencial de estupidez. No digo que el deporte sea malo. No me malinterpreten, una cosa es hablar del deporte como una forma de vida para alcanzar ese cuerpo ideal que ni ellas tienen (pero ese ya es otro tema), y otra muy diferente es sobreestimar a jovenes a los cuales tantos pelotazos en la cabeza les han traido fuertes consecuencias en sus funciones neurolingüísticas. ¡Por favor! Estamos hablando de indivudos que en lo único en que contribuyen a la sociedad es en verse lindos en ropa interior, a los cuales le pagan por año el equivalente a la deuda externa de un país en desarrollo...¡y estamos hablando en euros! Y después tenemos mentes brillantes del mundo de la medicina, personas que realmente pueden llegar a tener un impacto en la historia de la humanidad totalmente tiradas de lado como si fuesen ellos los que no terminaron el secundario. Si, si. Todos queremos el sueño americano, nuestra casa con pileta y un jardinero como el de Desperate Housewives pero, ¿quién decide quien es merecedor de ganarse la lotería y quien tiene que salir a robar para que su familia pueda comer? Si, si, ya se, es el destino. ¿Pero qué es el destino sino otro invento creado por el hombre como los conceptos de "fe" y "esperanza" para echarle la culpa a un otro más grande que nosotros sobre el destino de nuestra vida?
Si y no.
Blanco y negro.
Una lucha tan eterna como el Sol y una búsqueda tan vieja como el tiempo. Nadie nunca lo supo ni nadie jamás lo sabrá. Es como el huevo y la gallina pero un poco más antropológico.
Y es que tenemos dos alternativas, tan simples como decidir como queremos empezar el día: o malgastamos nuestra vida intentando encontrarle un por qué al cómo o simplemente disfrutamos. No como dioses del olimpo todopoderosos ni como fantasmas que se escapan del inframundo para llorar en la tierra. No, simplemente como mortales normales, como seres humanos que tienen una sola oportunidad, un solo tiro de vivir la vida, de tirarse desde el ancatilado más alto sin saber si lo que nos espera abajo es la realidad o nuestros sueños hechos verdad.
Solo una recomendación para empezar bien la mañana y que nada los tire abajo antes de llegar a su casa a la noche: sonrían incluso antes de abrir los ojos porque hoy puede ser un gran día...

martes, 13 de julio de 2010

Si es que había una vez


Debí haber empezado con esto hace demasiado tiempo.
Antes de cumplir los 15 pero después de descubrir que los libros en realidad no comen. No, enserio, no lo hacen.
Pero no.
¿A quién le podía interesar? ¿Qué es lo que podía decir?
Y fue ahí, fue hoy cuando me pegó. No me interesa.
Ir a un terapeuta sale demasiada plata como para ir despilfarrándo por la vida billetes y billetes para que te digan "¿Y cómo es que te sientes?". ¡Hola! Si tuviese la respuesta a esa pregunta, estaría ahora durmiendo en mi casa en vez de ser psicológicamente violada en un diván.
No. Para eso, ya tengo bastante con la televisión y su manía de hacernos creer que el chico perfecto exisite y que la utopía se llama vida. Así que paso de ser un número de documento a unas manos sin rostros en el internet (¿o era la?).
Como sea, demasiado lavado cerebral para mis patéticos pocos años de vida. A los 15 años, ya tuve mi crisis de los 40 y antes de que pensara en mi vida después del secundario, descubrí que dentro mio viven 9 personas tratando de dominar mi inconciente. Y si, cada una es más tétrica que la otra. Un día se las voy a presentar (¿o era los?) Triste. ¿Y lo más triste? Cada una de esas soy yo.
Pero bueno, todavía no son las tres de la tarde y mi delirio celestial suele comenzar en el 5 cuando paso tribunales volviendo a casa cuando ya es de noche y la cabeza no tiene nada más que hacer que ponerle play a esos cuentos infantiles que alegraron mi infancia para arruinar mi adolescencia. Nunca tuve novio ni nada parecido, ni siquiera alguien que entre en la categoría de lo que para la concepcion post moderna es un novio. ¿Si me he enamorado? No si somos mi padre que entiende que el enamoramiento solo se da cuando dos personas se aman recíprocamente. Pero, si tomamos el concepto stalker, una vez, tal vez dos y media. ¿Mi problema? Demasiadas expectativas. ¿La culpa? Podría estar aquí toda la tarde citando a todas las películas de Hollywood empezando por Casablanca hasta llegar a Shrek 4, pero solamente puedo culpar a dos personas y esas son (como en el caso de todos los adolescentes que no encuentran una respuesta que les complazca), mis padres, ellos y su manía por quererse tanto; ellos y su maldito matrimonio (im)perfecto; ellos y sus interminables cuentos para dormir; ellos y mi terrible obseción; ellos y yo... yo.
Es que la vida era más fácil antes, cuando la única preocupación que uno tenía en la cabeza era si Papá Noel nos iba a traer para navidad lo que le habíamos pedido, o incluso antes que eso si creen en la reencarnación y la otra vida cuando los sueños cotizaban en la bolsa y el capitalismo no había descubrierto su capacidad para funcionar con el 90% de la población viviendo en la pobreza. Si, esos eran los buenos días: un café, un buen libro y el amor de tu vida era como ir a París, dos veces. Ahora, a un lado tengo un ventanal con la vista más fantástica del palacio de tribunales con gente corriendo de acá para allá, del otro, un cuadro de Van Gogh que me invita lentamente a cerrar los ojos y sentarme en su terraza, transformando el ruido de la calle en el prefasio de Nesun Dorma, ese hermoso momento en donde ya el alma comienza a temblar porque sabe lo que va a venir.
Y ahí estoy parada, con mis botas a medio salir y el cabello escurriéndose de mi infantil intento de rodete. En esa inexistente línea de lo que es y lo que puede llegar a ser, entre el presente y el futuro, entre el futuro y los sueños del pasado.. entre el yo y el super yo.