viernes, 23 de julio de 2010

Regalame un Sol

No siente las piernas hace, mínimo, cuatro calles atrás (¿o eran minutos?). La avenida de Champs-Élysées dejó de ser un desfiladero de autos para convertirse en esa ínfima línea que corta al horizonte en dos. No se detiene ni mira para atrás. Se choca con la gente y no pide disculpas (así de rebelde está), cruza las callas sin mirar a los costados (así de loca es). No puede, no quiere.
Ya no recuerda en que momento dejó de caminar, aunque se pregunta si alguna vez paró de correr. No quiere pensar, no quiere sentir, no quiere degustar la tristeza que juega en su boca y tener que decir a que sabe. Poco a poco sus pulmones se van cerrando, ahora son ellos los que se niegan a seguir, haciendo presión en el esternón. El aire no es suficiente, nunca lo fue y ahora se da cuenta.
Perdió la mitad de las posesiones que llevaba encima, las tiró por la calle cual preso se libera de sus grilletes... porque todo la ata a él, a ellos. Todo le recuerda que todavía están ahí.
Se siente pequeña, insignificante, inhumana. Mira al cielo, los pedantes edificios se hacen invisibles, camuflándose en la noche, mientras que pequeñas estrellas revolotean a su alrededor. Es lo único que brilla por ahí. No hay luz, no tiene Sol.
De pronto, escucha un silencio en el medio del abismo. Está ahí, la está alcanzando.
Corre y corre más. Corre hasta que no tiene sentido correr, pero sigue corriendo, sigue luchando. El frío de la nada congela sus ojos, y la obliga a llorar, la obliga a llorar aunque no quiere. La obliga a llorar porque no quiere.
¿Qué ha hecho con su vida? ¿Qué es su vida sino una cadena de mentiras enlazadas una con la otra? Un chiste, pero uno del que se siente orgullosa. Producto de su mente y creación de sus manos. Porque si este es el final, quiere que el mundo lo sepa, quiere que todos sepan, que aplaudan, que la ovacionen, que admiren su creación, un universo escondido entre sus dedos. Una vida que no vale la pena vivirla, pero es un honor contarla.
Se queda quieta, ¿cómo diantres llegó allí si hasta hace un par de segundos no existía?
Abre la puerta lentamente para no inquietar la tranquilidad de la casa. Pero no, hay alguien ahí esperándola con un mazo de cartas viejas y una taza de café que todavía huele a niñez. Es un niño, un muchacho que se había disfrazado de adulto para pasar la tarde. Debe tener cinco, seis años como mucho. Parece que no se dio cuenta que hay alguien más en la habitación que sus amiguitos invisibles. Trata de pasar desapercibida, camuflarse entre la imaginación del joven para que crea que es tan real como el peluche contra el que juega a la casita robada. Pero no llega a dar dos pasos cuando el niño le clava sus ojos, como si siempre hubiese estado ahí.
- "Hija, ¿te pasó algo?" le pregunta.
Sonríe. La vida es ironía en su estado más puro. Se acerca a él y le da un beso en la frente.
- "Cosas de gente aburrida pa. Cuando seas más grande, te lo cuento."

1 comentario:

  1. Sensillamente
    ¡¡¡¡¡¡¡¡B R I L L A N T E!!!!!!!!
    Se puede sentir orgullo de una hija? SI
    Se puede tener admiración a una hija? SI
    Se que cuando Alejandra Di Pietro dijo que no eras para Comercial, no solo no se equivoco, estaba absolutamente acertada.
    Seguí siendo el rallito de sol que ilumina parte de mi vida. Te quiero
    Papá y un corazón con alas y sonriente

    ResponderEliminar